1 jun 2012

Cargados de razón no podemos perder esta batalla.


Por Manuel Bermúdez Vázquez (profesor de filosofía de la UCO).

La universidad española está en crisis. Esta situación no se da solo porque toda la sociedad esté sufriendo la terrible crisis económica que lleva azotándonos unos años, sino también porque de por sí la universidad española está buscando una identidad en el marco europeo y mundial. A esta situación se le suma que la mayor parte de la sociedad vive tanto de espaldas a lo que ocurre en las aulas universitarias como ajena a los problemas que la aquejan. Pero esto no es todo. La comunidad universitaria tiene la obligación de desarrollar una labor pedagógica para explicar al resto de la sociedad el papel tan importante que tiene la universidad, los problemas que la afectan y su imbricación en el panorama nacional actual.

Se supone que el actual gobierno debería contribuir a la identificación y solución de las dificultades, sin embargo, hemos de decir sin ambages que la más profunda desorientación, confusión y desconcierto reina en las decisiones que el actual ministro de educación, el señor José Ignacio Wert, está tomando. El señor Wert, encabezando las iniciativas del gobierno, ha tomado las peores decisiones para el futuro de la universidad española desde que se instauró la democracia en nuestro país, que ya es decir. De un plumazo y a golpe de decreto, el gobierno ha destrozado la autonomía universitaria, ha errado en el rumbo a tomar para el ahorro universitario, dificulta el acceso a las becas y amenaza con destruir el futuro profesional de una prometedora generación de investigadores y profesores jóvenes que son los que podían dar un valor añadido a nuestra educación superior.

Todas las personas responsables de este país somos conscientes de la necesidad de un cambio en la forma de entender el gasto público en esta situación de crisis económica. Sin embargo, la clave está en hacerlo con un rumbo claro. Como decía el cordobés Séneca, “ningún viento sopla a favor para el que no sabe a que puerto va”. No sin intención hemos dicho antes que las decisiones del gobierno son confusas y desorientadas. Con el decreto del 20 de abril de 2012, el ministro de educación, que no olvidemos se ha dedicado la mayor parte de su vida profesional a realizar encuestas y a participar en tertulias televisivas, tomó una serie de medidas de carácter populista que nos hacen correr el riesgo de tirar por la borda todas las mejoras llevadas a cabo en la universidad en los últimos años. Decimos medidas populistas porque el señor Wert pretende hacer recaer todos los recortes en el profesorado universitario, aumentando la carga docente, reduciendo así la calidad de la educación en un momento tan delicado como el de la implantación de los nuevos grados. La sociedad, que como decíamos vive de espaldas a lo que ocurre en la universidad y tiene una idea equivocada de la profesión docente, parece ver con buenos ojos estas medidas porque cree que el profesorado universitario trabaja poco o es poco productivo. Nada más lejos de la realidad. La incorporación de Bolonia a la universidad ha supuesto un aumento exponencial de la carga de trabajo del profesorado universitario. Además, los profesores españoles están ligeramente por encima de la media de la OCDE tanto en investigación  como en docencia, lo cual convierte a nuestros profesores es profesionales productivos. ¿Por qué no se han estudiado otras alternativas sobre las que hacer recaer el peso de los recortes?

Mención aparte merecen los recortes que se han establecido en la política de becas. Si malo es el recorte en el profesorado, peor es disminuir las posibilidades de acceso a la educación superior de nuestros jóvenes. Lo que me sorprende es que siendo el señor Wert sociólogo no haya reparado en una cuestión fundamental: los estudiantes de clase media-baja suelen sacar, según todos los estudios, notas inferiores a los estudiantes de clase media o media-alta. Hay mil factores para esto, quizá estos chicos cuentan con menos libros en sus casas, sus padres tienen menos nivel de estudios, etc. Sea como fuere, medidas como la que se han anunciado de restringir el acceso a las becas generales del ministerio a aquellos que no saquen más de un 6 de media en sus estudios pueden parecer, a primera vista, como algo positivo que aumente el esfuerzo de los estudiantes, pero en realidad no es sino una limitación de las posibilidades de estudio y, por tanto, de ascenso social, a los jóvenes de las clases más humildes. Me sorprendería que el ministro no hubiera reparado en esto antes de tomar la decisión.

Así pues, hemos visto que detrás de los recortes que ha establecido el ministerio no hay sino medidas populistas que perjudican a los estudiantes, limitan el acceso a la universidad, convierten los estudios superiores en algo más elitista que antes, se disminuye la calidad docente, se despide a profesores (especialmente asociados y jóvenes profesores sustitutos) perdiendo así el valor añadido que aportaban a la universidad y todo esto se hace sin contar ni con la opinión de la afectada, la universidad, y sin respetar la autonomía universitaria.
Algo no va bien cuando se toman unas medidas que lo que hacen es empeorar la situación. En general, la sociedad confía en las decisiones que toma un gobierno, pero cuando se toman de este modo, sin consenso ni diálogo, cuando las medidas son tan desastrosas, es cuando no queda más remedio que tomar partido y, empezando por la labor pedagógica que nos propusimos al inicio de estas líneas, explicar por qué nos parecen mal las decisiones que se están tomando. No podemos quedarnos indiferentes, si no, correremos el riesgo del que advertía Dante, quien decía que “el lugar más ardiente del infierno está reservado para aquellos quienes, en tiempo de crisis, mantienen su neutralidad”.

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